jueves, 22 de junio de 2006

...

Basta ya de lecciones,
de amenazas,
de silencios que acuchillan.

Los pies de plomo me pesan,
mis piernas no pueden tirar más.
Mi alma ya no quiere despertar cada mañana.
Se resiste, escondida en mi propio abrazo,
en la fragilidad de ese ovillo que soy yo.
Cada amanecer.

¿Qué hago?
Dímelo tú, silencio de acero.
Dímelo tú, tú que me diste tanto,
que tanto me quisiste,
dime por qué me matas.

Dime por qué demonios
te necesito tanto,
por qué no puedo ser libre,
y huir de esta ciénaga
en la que estoy anclada.

Imaginé tantas salidas.
Tantas puertas.
Tantos viajes...
Nunca hubo resultados.

Fui feliz con poco:
con tu aliento me bastaba.
Tu abrazo en la noche
siempre curó las heridas.

Pero tus ojos fríos
tu voz afilada,
destapan una y otra vez
la rabia, el dolor, la llaga.

Y me apartas de tí:
me destierras,
me entierras,
me sajas.

Me estoy pudriendo
en la ciudad
del sueño fracasado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

basta ya