Es tiempo de máscaras y de silencios. Las mañanas teñidas de niebla se descongelan al sol desde la balconada de La Laboral. Pasan las horas, engordan las listas de muertos, caen civiles, soldados, opositores a Kibaki. Caen teletipos de la impresora. Luego de tarde me asustan las lágrimas porque proceden de fuentes que desconozco.
A veces el día torna en road movie y se convierte en una sucesión de nadas con sabor a todo. Otras, los deseos quedan atrapados dentro de mi y trato de ahogarlos en la bañera, pero resisten agarrados a las cañerías con uñas y dientes y vuelven a salir triunfantes por el desagüe para asistir al vía crucis del atardecer. El invierno debe ser duro en Kamchatka.