martes, 2 de enero de 2007

...

Entras en el bus, una vez más. El dolor se columpia en mi pecho. Sensación de sobra conocida, pero inevitable, el nudo en la garganta sustituye a tu abrazo y tu aliento en mi cara. Te busco desesperada con la mirada, pero los cristales ahumados del autobus no me dejan localizarte entre la masa. Por fin, pegas tu cara al cristal y te veo por última vez, tirándome besos a mansalva. Y entonces sé cuánto te quiero y cuánto me quieres tú a mí, y es que lo nuestro ya no tiene remedio.

No hay comentarios: