jueves, 19 de febrero de 2009

No me fiervas la sangre

Soñaba algo así: Romper las paredes a patadas. Inspirar una bocanada de aire fresco. Retenerla. Gritar. Tú estás a mi lado. Encima, el cielo azul manchado de algodón. Debajo, el gris de Oviedo rodeado de una alfombra verde.
Me levanté somnolienta. Como una autómata, seguí el ritual matutino: me lavé la cara a conciencia, cerré el grifo, levanté la cabeza y me miré detenidamente en el espejo. Entonces, un torrente de sangre comenzó a brotarme de la nariz. El chorro rojo oscuro parecía salir de un grifo interno que se hubiera roto de repente. Me asusté. Siempre me había asustado sangrar por la nariz, aunque sólo fuera un hilillo, porque no era una cosa habitual en mí, ni siquiera siendo niña. Pero este chorro era distinto. Era torrencial. Traté de detenerlo metiendome bolas de papel higiénico en las fosas nasales. Pero era una lucha inútil: la sangre empapaba el papel demasiado rápido y seguía manando sin cesar. En el suelo, un charco rojo rodeaba mis pies.

Entonces sonó el teléfono. Eras tú, ya habías llegado a Madrid y me llamabas para despertarme. -Buf, estaba soñando- razoné mientras mi mente empezaba a salir del letargo. Más tarde indagué acerca del significado de aquel sueño. Me quedé con la boca abierta cuando leí "ausencia de la persona amada". Ahora me pregunto: ¿a quién echaba de menos? ¿Sólo a ti? ¿O también a El Moreno? "No me fiervas la sangre", solía decir.

1 comentario:

servidora dijo...

¡Qué cara te vendes :-)! Ya te echaba de menos, reina :-)