miércoles, 25 de febrero de 2009

Sueños segunda parte

Otro sueño que me despierta demasiado pronto. Perpleja y profundamente triste. A los gallos aún les quedan horas para cantar su serenata de las siete. Yo ando por un camino de tierra, y por el verde deduzco que no he salido de Asturias.
Parece una historia corriente, un día de verano en Santa Marina. Pero de pronto, siento una punzada en el pecho. Me la provoca la siguiente escena. Somos tres: M., Güelito, yo. Avanzamos por el camino de tierra. Güelito no camina bien y se apoya en nosotras para continuar. Pregunta si puede llevarse una linterna. Dice que le gustaría tener luz hasta que llegue el momento. El ataúd más bien parece una taquilla de instituto. Es metálico y tiene tres rejillas en la parte superior. Yo siento una angustia terrible. No quiero dejarle allí pero lo asumo. Es lo que toca. M. le explica que no tardará en morir, que es cuestión de horas.
Es el sueño más horrible que recuerdo. Y lo más triste de todo ha sido volver a oír su voz... Google intenta convencerme de la bondad de su significado: Se supone que me despido del pasado y dejo atrás el dolor.
No, no y no. Me niego a despedirme, aunque ya no esté. Aunque duela. Es más, me gusta que me duela porque el dolor es la medida de cuánto le quiero. Para mí, como dice M., sigue estando. En el muro de Santa o en el prao con las oveyas. Y por supuesto, siempre estará con su tesorín.
Mientras tanto, sigo con la vida al revés. Pero esa es otra historia. Así que la dejo para otro día. Y esa será a tu salud, Servidora.

1 comentario:

servidora dijo...

Y es bueno, no despedirse :-) Los nuestros siguen siempre con nosotros, esa es nuestra riqueza y nuestra suerte.

¿O tú eres menos tú por el hecho de que nunca te haya visto, tocado u olido? Mira por donde, igual esto de la blogosfera y la vida virtual nos ayuda a entender las relaciones con los que ya no están, pero siempre permanecen a nuestro lado :-)

:-*